Casi todos los niños tienen teléfonos inteligentes ahora y desde una edad cada vez más temprana también. En 2012, el porcentaje de jóvenes de 16 a 19 años con dispositivos móviles de Internet era del 60%; en 2016 había aumentado a más del 90%. Acosan a sus cuidadores hasta que se cansan, ceden. Los niños perfeccionan el arte de la defensa alegando que los están "dejando atrás" o que se sienten "extraños" si no pueden lucir un nuevo teléfono inteligente brillante. Es comprensible que muchos padres ocupados tomen la línea de menor resistencia. Por supuesto, muchos también esperan que las escuelas se ocupen de enseñar las lecciones necesarias y que el gobierno regule de alguna manera cualquier problema potencial. Esta esperanza puede estar fuera de lugar.

Investigación reciente publicada en la revista Computers in Human Behavior muestra que los adolescentes experimentan síntomas que imitan el estrés postraumático si se les priva de sus teléfonos inteligentes, aunque sea por poco tiempo. Este es un curioso truco jugado por el cerebro para obligarnos a repetir un comportamiento que inconscientemente hemos considerado valioso para nuestra supervivencia. Sí, parece que nuestra supervivencia física está en realidad bajo amenaza. Por supuesto que no es cierto, pero la urgencia de repetir ese comportamiento está impulsada por neuroquímicos que nos motivan a actuar. El principal es la dopamina.

El cerebro no sabe lo que son la pornografía, las redes sociales o los juegos. Simplemente responde a los niveles de estimulación que nos lleva a recompensas que parecen promover la supervivencia o inhibir conductas que causarán dolor. Muchas actividades y sustancias placenteras secuestran ese sistema de recompensa en el cerebro. Esta es la razón por la cual el alcohol, los juegos de azar, los videojuegos, la comida chatarra, las drogas y la pornografía en Internet pueden hacer que volvamos por más.

Por supuesto, si seguimos atrapados en comportamientos y sustancias placenteras, el cerebro se adapta para priorizar esas recompensas con la exclusión de otras conductas que en realidad pueden ser más importantes para el bienestar y la supervivencia a largo plazo. Por ejemplo, comenzamos a valorar mirar videos pornográficos antes que hacer nuestra tarea o aprender el arte creativo de las relaciones reales.

Solo al tomar conciencia de los impulsos físicos sutiles podemos comenzar a experimentar con estrategias alternativas que nos ayuden a evitar comportamientos que luego podemos lamentar. Los que hacen dieta pueden decidir por adelantado, por ejemplo, evitar estar de pie al lado de la mesa del buffet en una fiesta. Los bebedores pueden evitar el pasillo del alcohol en el supermercado local. También aquellos que buscan evitar responder a notificaciones por teléfono o el reclamo de sirenas de sitios de pornografía y salas de chat hacen una pausa para planear evitar acciones y así crear nuevas respuestas y hábitos.